Sei Shonagon (965-¿1035?) es una de las escritoras más importantes en la literatura japonesa, famosa por su diario El Libro de la Almohada (枕草子 Makura no soshi) donde dejo constancia de la vida en la corte imperial al lado de la emperatriz Sadako, además de descripciones de la naturaleza y de las personas, anécdotas y reflexiones. Shonagon, mujer descrita como mordaz, pícara,, vanidosa y muy inteligente, fue muy respetada y admirada en su tiempo, y su obra fue muy importante para el desarrollo de los géneros literarios auténticamente japoneses.
Cuando leí ese pequeño pasaje, me pareció interesante y divertido, así que decidí reproducirlo para que lo conozcan:
Cosas Detestables
Cuando leí ese pequeño pasaje, me pareció interesante y divertido, así que decidí reproducirlo para que lo conozcan:
Cosas Detestables

Cuando uno tiene prisa por salir, llega alguien de visita y se queda hablando un largo tiempo. Si es una persona de poca importancia uno puede deshacerse de ella diciendo que podrán hablar en otra ocasión; pero si se trata de alguien a quien se le debe respeto, la situación se vuelve realmente detestable.
Uno encuentra un pelo sobre la piedra que sirve para frotar la barra de tinta china, o la misma barra contiene un grano de piedra que, al frotar, produce un chirrido destemplado.
Alguien de pronto cae enfermo y se envía a buscar al exorcista, pero como éste no se encuentra en casa, se envían mensajeros para localizarlo y tras una larga y paciente espera,llega por fin, para alivio de todos. Se le ruega con optimismo que empieze a decir sus oraciones. Mas quizá por haber exorcizado demasiados espíritus últimamente, apenas se ha instalado y comenzado las oraciones, su voz somnolienta se torna un murmullo ¡Oh, qué detestable!
Un hombre que no se destaca en nada, discute toda clase de temas riéndose, como si supiera algo de ello.
Una persona anciana calienta las palmas de sus manos en el bracero y estira las arrugas. Ninguna joven soñaría con hacerlo. Pero existen viejos detestables; he llegado a ver a algunos poner sus pies sobre el brasero y frotarlos sobre el borde mientras hablan. Ésta es la clase de persona que, cuando están de visita en una casa, comienzan a usar sus abanicos para quitar el polvo de la estera donde se van a sentar, y una vez sentados son incapaces de permanecer quietos, estiran la delantera de sus trajes de caza y hasta se la ponen debajo de las rodillas.
Se podría creer que tales modales sólo existen entre gente de poca importancia, pero lo he observado también en personas de bastante calidad, incluyendo un secretario mayor de quinto rango del Ministerio Ceremonial.
Odio el espectáculo de las personas que beben, vociferan, introducen los dedos en la boca, se acarician la barba, y pasan la copa de vino gritando: “¡Bebe más!”Se estremecen, sacuden la cabeza, hacen muecas, gesticulan como los niños que cantan "Hemos venido a ver al gobernador”.
He visto de verdad gente de alto rango conducirse de esta manera, y lo considero repugnante.
Envidiar la suerte de los demás y quejarse de la propia, hablar mal de la gente, interesarse por lo superficial, querer saberlo todo y estar resentido y vilipendiar a los que no nos han informado de los hechos, o bien, cuando sólo se ha tenido una noticia parcial, hablar de ella, con lujo de detalles, como si se tratase de algo que se conoce desde el principio; todo eso es odioso.
Se está por escuchar una noticia interesante cuando un niño empieza a llorar.
Cuervos que vuelan en círculo y dan graznidos estridentes al cruzarse.
Un hombre nos viene a ver en secreto; un perro lo ve y se pone a ladrar; dan ganas de matarlo.
Ya es bastante tontería invitar a un hombre a pasar la noche ocultándolo donde no debería estar, y he aquí que ronca.
O si no, un caballero nos visita en secreto llevando un gorro alto, laqueado, y en el momento de partir, ofuscado por su temor a ser visto, golpea su gorro con algún objeto y hace ruido.
Muy desagradable también, y causa de disgusto, es que al salir alce el visillo de Iyo que cuelga de la entrada de la habitación y la deje caer con grandes ruidos. Si el visillo está adornado en la parte superior, la cosa es aún peor, ya siendo más sólido, hace un ruido terrible cuando cae. Realmente se podría ser más cuidadoso, puesto que un visillo no hace el menor ruido si se lo alza suavente al entrar o salir de la habitación. Lo mismo se puede decir de las puertas corredizas. Si se la abre con rudeza, hasta una puerta corrediza de papel retumba, pero si se tiene cuidado al empujarla, alzándola un poco, no produce ningún ruido.
Una va a la cama y está a punto de quedar dormida cuando un mosquito anuncia su presencia con voz aguda cerca de nuestra cara, hasta se siente el aire que mueve con sus alas a pesar de su pequeñez, y esto es en extremo odioso.
Las personas que van en un carruaje que rechina. Me pregunto si tienen ellas oídos que no oyen. Y si a mí me toca ser la pasajera, no sólo odio odio el carruaje sino también a su dueño.
Estamos en medio de un relato cuando otra persona se inmiscuye, nos interrumpe, y trata de demostrar que es el único ser inteligente de la reunión. Tales personas son odiosas, se trate de niños o mayores.
Varios niños o niñas nos vienen a visitar y nos esmeramos en halagarlos y divertirlos, proporcionándoles juguetes para que se entrtengan, pero los niños se acostumbran, vienen a cualquier momento, se intalan y empiezan a dispersar los muebles y los objetos que se encuentran en la habitación. ¡Qué detestables!
Alguien que no deseamos ver viene a visitarnos, sea en nuestra casa o en palacio, y fingimos estar dormidos; pero he aqui que la sirvienta nos viene a despertar, sacudiéndonos, con una cara de querer decir “Qué dormilona”. Muy detestable
Una recién llegada se coloca frente a los demás y con su cara de sabidilla comienza a hablar dando consejos a quién sea, ¡de los más odioso!
Un hombre con el que tenemos relaciones amorosas, se pone a alabar a una mujer que conoció en el pasado, y aunque sea una cosa lejana no puede resultar menos horrible ¡Cuánto más si se trata de alguien a quien él sigue visitando!
Sin embargo, a veces no lo encuentro tan desagradable como podría imaginarse.
El que recita una oración después de haber estornudado. En general, excepción hecha del dueño de la casa,me disgutan todos los que estornudan fuerte.
También las pulgas son terriblemente odiosas. Cuando bailan debajo de las vestiduras, es como si estuvieran tratando de levantarlas.
No soporto a las personas que salen sin cerrar la puerta.
FIN
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